Necesitas una sacudida de las que hacen historia

Viendo tu vida o proyecto como si fuera una película, como si espiaras tu existencia a través del ojo de la cerradura

Imagina que estás en una sala de cine y ves cómo protagonizas tu historia.

O que te metes en la cama y tu madre te lee un cuento, que es sobre ti y tu vida. O un aspecto de ella.

Te haría ver de dónde vienes y dónde estás.

Tendrías información relevante para decidir hacia qué lugar vas, qué camino tomas en tu vida o proyecto, dónde te enfocas.

O, si tienes claro el rumbo, sacudir a tu público con tu relato.

Es el poder de contar historias, del storytelling.

Te acompaño en este camino, para que tengas por escrito tu propio relato, personal o profesional.

¿Cómo?

Te lo explico en mi newsletter.

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No sabía donde dormiría aquella noche.

¿Sin techo?

Era una opción, entre otras.

Antes de partir, había pasado demasiado tiempo planificando las vacaciones de verano de 2023.

Un viaje en bicicleta.

Intentando alcanzar la perfección, sin dejar un cabo suelto. No tenía decidida la ruta para todos los días, ni los sitios donde dormir. Eso era lo que me preocupaba más.

Y estaba retrasando la salida. Eso era algo extraño, pues lo que más quería era empezar las vacaciones. Procrastinaba por el miedo a lo incierto. Dándole vueltas a cosas que no tenía por qué decidir en aquel momento, que ya se resolverían por el camino.

Todo este miedo me paralizaba, a pesar de que no era la primera vez que hacía una ruta en bici de una semana.

Ni mucho menos.

Al fin cerré la puerta de casa tras de mí,

con la bicicleta en el rellano, cargada con las alforjas. La suerte estaba echada.

Y la calma me invadió, como cuando tomo una ducha de agua a la temperatura ideal y me cae el chorro desde la cabeza hasta los pies, y siento, con la piel erizada de placer, cada gota de agua recorriendo ese camino de 171 cm.

Bueno, lo que hice aquella noche que no sabía dónde dormir, te lo aclaro más adelante.

Lo que sí te digo es que fueron unas vacaciones excelentes: senderos entre marismas teñidas por el rosa de los flamencos y playas con olas de hierbas, dunas y la azucena de mar en flor. En medio, una isla cubierta de encinas y pinos con un lugar para dormir, comer lo que Rozenn y Éric cultivan y cocinan con sus manos y compartir experiencias con otras personas. Esto después de aquella noche.

Tenía previsto dormir en casa de otro ciclista. Él, como yo, pertenece a una red en la que ofrecemos una ducha caliente y una cama a otras personas que viajan en bici.

Ya al mediodía, algo me decía que no dormiría allí. De hecho, al atardecer, no tenía noticias de él, ni sabía la dirección. Mi mente ya había trazado un plan B.

No me apetecía quedarme en aquella sucesión de apartamentos y hoteles sin vida con vistas a la playa, o no. Sin centro histórico, sin ambiente de pueblo de mar, con el olor a sal camuflado por el gasóleo del puerto deportivo.

Compré la cena en un supermercado y, con el sol muy bajo, continué la ruta hasta un punto marcado en el mapa.

Después de comer en una zona de pícnic, busqué un rincón en la hierba, protegido por el cañizal y un árbol, y estiré la colchoneta y el saco de dormir.

Allí me quedé, arrullado por las aves nocturnas de las marismas y con las estrellas como techo.

Ahora, meses después, miro la ruta con perspectiva.

Veo el perfil, con los altos y bajos, collados y valles, momentos de pedalear a 40 °C y otros de llegar a aquel lugar que creía exclusivo de mi imaginación.

Una ruta en bicicleta o a pie por la naturaleza es como la vida misma.

Ayuda verla desde lejos, con perspectiva.

Igual que ese perfil de la etapa reina del Tour de Francia: altos y bajos, puertos y llanos, ascensos y descensos.

Y las mismas piedras con las que tropiezas una y otra vez. Y otras que aprendes a esquivar.

Este perfil, esta visión, es tu historia.

Dibujada en líneas que suben y bajan, con algún llano más bien corto.

Esto no es una metáfora, es una forma de representar tu vida con una de las herramientas que utilizo para ayudarte a escribir. O para escribirla yo.

Esa perspectiva es la que te da información sobre dónde estás.

Te ayuda a encontrar tu esencia. Y a dar el siguiente paso. O bien a explicar tu relato para emocionar, atrapar a tu público y formar comunidad. Una comunidad de personas que invierten en tu proyecto, que compran tus servicios o productos o a las que impulsas a hacer algo positivo por la sociedad y el planeta.

En la newsletter formo una comunidad.

Te explico historias de ejemplo, te doy herramientas de escritura o te digo cómo lo hago yo.

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Igual no es para ti, lo de tener tu historia por escrito.

Quizás sea una sacudida demasiado grande.

Un cliente me lo dejó muy claro: “No te recomendaría a cualquiera…”:

Otro me dijo, en LinkedIn, que fue “toda una prueba”:

La opinión de antes y las que vienen ahora son sobre un retiro de fin de semana en el que te acompaño para que escribas tu historia.

¿Has pensado alguna vez cómo te gustaría morir y el destino de tu cuerpo?

No, no he cambiado de tema. Esto va de opiniones, voy a ello.

En 1998 publiqué mi primer reportaje como profesional. Y continuo con ello. Al fin y al cabo, son historias. Desde el descubrimiento de un camino inca en Machu Picchu hasta expediciones a las simas más profundas del planeta.

Pasando por el final de la vida y la muerte.

Me pareció un tema de aquellos de los que no se habla y que, al abordarlo, ayudaríamos a muchas personas. Así que lo propuse a una revista y editamos un monográfico.

Esto es lo que dijeron de mí la responsable de aquella publicación y de otras revistas en las que he participado:

“Valentí es una persona responsable, asertiva, resolutiva y con inquietudes. Nos conocimos porque propuso a la revista Opcions, que yo dirigía en aquel momento, hacer un monográfico sobre la muerte. No solo nos convenció de tirar el proyecto adelante, sino que él mismo se convirtió en una pieza clave del proceso de investigación y redacción. Gracias a su contribución, en gran parte, aquel fue el mejor monográfico que publicamos en aquella época.”

Laia Tresserra, directora de la revista “Opcions” 2017-2020

“Valentí es una persona comprometida con su trabajo, responsable, meticuloso y observador. Capaz de poner el foco en cosas que otros pasarían por alto.”

Pat Soler, responsable de prensa y comunicación de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada

“Es un colaborador serio y responsable, que elabora bien sus trabajos, con buenos textos e imágenes adecuadas y
de una calidad buena. Es un buen colaborador con el que es fácil trabajar, se implica en lo que hace, lo lleva a
buen puerto y cumple con los encargos y fechas de manera satisfactoria. Es cercano y siempre he mantenido con
él una buena y cordial relación de trabajo.”

Argiñe Areitio, directora de Sua Edizioak

“En Viajes National Geographic valoramos dos aspectos esenciales en los colaboradores que escriben nuestros artículos: conocer a fondo el territorio que describen y tener la habilidad de plasmar ese conocimiento en un artículo de viajes, es decir en un texto informativo y literario al mismo tiempo. Valentí Zapater consigue esa combinación de narración personal y a la vez repleta de informaciones útiles para el lector. Por otra parte, es un autor puntual y meticuloso, que acepta sugerencias y modificaciones por parte de la Redacción, un aspecto primordial para tenerlo en cuenta como colaborador de referencia.”

Sandra Martín, Jefa de Redacción, Viajes National Geographic

Quedamos en una gasolinera.

Caían chuzos de punta cuando salí de casa hacia allí.

Al llegar supe que era él. No le conocía de nada, pero viendo cómo llovía, entré en su coche.

Estuvimos charlando de música, de Raymond Thevenot y de otros excelentes quenistas. Los que tocan la quena, vamos, esa flauta de bambú típica de los Andes.

El caso es que estaba allí porque él quería una quena. Y yo tenía una.

No tenía ni idea de tocarla ni tuve constancia durante mis intentos de aprender, por eso se la vendí.

Pero me encanta escuchar esa música que me transporta a mis viajes a Machu Picchu.

(Jose, gracias por regalarme la quena, acertaste. Pero llevaba años en un rincón. Ya verás que acabó en buenas manos).

Él sí que sabía tocar, y me regaló un concierto dentro del coche, mientras la lluvia acompañaba al ritmo en los cristales.

El remate de todo esto fue la opinión que dejó en Wallapop.

Cosas de relaciones entre personas, que al final se trata de lo que te explico.

Si escribo tu historia o te acompaño para que lo hagas, tendremos que conocernos, hablar, hacernos preguntas y buscar respuestas, ¿no?

Ya sabes, si quieres más historias como la de la quena, escritas por una bella persona en peligro de extinción, apúntate a mi newsletter.

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No sé si te ha quedado claro qué es esto de tener tu historia por escrito.

Te lo explico por si acaso.

No se trata de conseguir un libro que explique toda tu vida. Hablo de un texto breve, más o menos de 2 a 4 páginas.

En él explicas, o explico (según quien escriba), un resumen de tu vida, de una parte de ella o de un aspecto concreto. Quizás una idea que quieres llevar a cabo.

Puede ser algo personal o profesional. Si es profesional, el relato se construye según sea tu trayectoria, un proyecto determinado, producto, servicio o empresa.

El texto, en cualquier caso, tiene estructura de historia, como si fuera una película, una serie o un cuento. Vamos, que pasan cosas, hay altos y bajos, emociones, cambios y un final.

Te preguntarás, ¿y qué hago después con esta historia?

Sea como sea, habrás pasado por un proceso de introspección, de revisión de tu vida o de una parte de ella. Solo eso ya te ayudará a ver cosas que, hasta entonces, te habían pasado desapercibidas. Es la sacudida de la que te hablo al principio. Y la puedes aprovechar para decidir qué quieres hacer.

A mí me sucedió. La primera vez (y la segunda) que leí a alguien mi propio relato me puse a llorar. A partir de aquel momento tuve claro que las historias y las emociones están en el núcleo de lo que quiero hacer como profesional.

Bien, ese texto que tendrás al final del proceso será algo personal. O un documento interno de tu asociación o empresa. No es un escrito publicable.

Ahora bien, si tu objetivo va más allá, si quieres atrapar a tu público con tu historia, si quieres vender, atraer a personas que se asocien a tu entidad, o que colaboren o inviertan. O bien movilizarlas de cara a una acción. Entonces tu historia necesita otra estructura. La que se adapte al soporte requerido. Ya sea el “sobre mí” o “sobre nosotros” de una página web, el principio de una presentación en público o el guion de un audiovisual.

Eso viene después, cuando tengas tu relato lo hablamos.

De momento no lo tienes, así que si quieres saber cómo conseguirlo, te lo explico en la newsletter.

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“Bien, Valentí, ya me has puesto el botón de suscribirme a la newsletter 4 veces. ¿Qué gano yo si lo hago?”

Pues es sencillo, ganas esto:

  • Prioridad de inscripción a las plazas limitadas de mis cursos y retiros.
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Si quieres tener tu mejor historia por escrito y lees mi boletín, accedes, antes que nadie, a la posibilidad de que te acompañe. O sea, la newsletter es el primer lugar donde anuncio mis eventos y servicios. Las personas que no están suscritas a mi lista de correo se enteran días o semanas más tarde.

Eso quiere decir que:

  • Si hay descuento durante un tiempo, no te lo pierdes.
  • Si hay plazas limitadas, eres de las primeras personas en acceder a ellas. Vamos, que tienes tu inscripción garantizada. A no ser que suceda como en alguno de los conciertos de Michael Jackson en Londres, en 2009. Se agotaron las entradas en menos de cuatro minutos.

Dicho de otro modo. Si te quieres apuntar a un curso o retiro y no te llega mi newsletter, es posible que te enteres de su existencia cuando ya esté lleno o haya subido el precio.

En el boletín también anuncio las novedades de mis otros servicios individuales, personalizados.

En fin, que tienes comunicación directa conmigo.

Ahora bien, no pienses que el tema central de mis emails son mis servicios. No te espantes.

Escribo historias de personas, historias de la vida que te revelan algo, un aprendizaje sobre escribir, sobre cómo nos relacionamos entre nosotros o con nuestro entorno.

Otras veces te doy un consejo que te ayuda a escribir tus historias.

Al final de algunos emails es posible que te venda mis servicios, en pocas líneas.

Todo esto sucede cada dos sábados a las 8 de la mañana. Por ahora. Así que no creo que te agobies.

Además, no tienes nada que perder. Total, si no te gustan mis historias, te das de baja con un clic al final del email. Aunque, viendo que has leído hasta aquí, dudo que lo hagas.

En resumen, si te apuntas a mi newsletter te llevas esto:

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¡No me lo pierdo, quiero prioridad!

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¿Sabes que un día me perdí en una cueva con ríos, cascadas, pasajes estrechos y más de 3 km de galerías?

Quizás llevábamos 15 horas allá dentro.

Íbamos hacia la salida.

Paramos un momento en una sala llena de bloques redondeados por el río. Nos sentamos en uno de ellos a picar algo y, luego, nos cambiamos de ropa, pues habíamos pasado por una galería inundada.

Imagínatelo: a gatas, con el agua casi hasta el techo y la cabeza torcida para sacar la nariz y respirar. La boca bajo el agua.

Era más o menos así (es una foto que hice en otro lugar):

Bien, una vez a punto, ya secos, nos dirigimos con decisión hacia la salida. Nos apetecía, después de tantas horas en remojo.

Pero al cabo de unos minutos vimos que aquella galería no continuaba. Acababa en una pared. ¿Qué había sucedido? Nos pareció obvio que no era el camino.

Así que volvimos al lugar de la pausa y miramos con atención todas las posibilidades.

—A ver, hemos venido de entre estos dos bloques, de debajo de ellos, y la única salida de la sala es por allí.

En fin, caminamos otra vez por aquella galería, no fuera a ser que se nos hubiese pasado algún desvío por alto. Pero, de nuevo, llegamos a un callejón sin salida.

Y retrocedimos otra vez hasta la sala.

Un sudor frío se apoderó de mi cara y mis brazos y se fue extendiendo hacia el pecho. Como aquella vez que, solo en casa y sin móvil, corrí la puerta del balcón desde fuera y escuché aquel clic de puerta cerrada que solo se abre por dentro.

Pero eso es otra historia.

El caso es que estuvimos dando vueltas como autómatas desde la sala hasta el final de la galería y viceversa, buscando algo que se nos hubiera escapado.

Ya no podíamos más, así que nos sentamos, pensando quién sabía que estábamos allá y cuándo vendrían a rescatarnos.

—¡Es imposible!

—¡Eso! Debe de ser la octava vez que estamos esta cueva, que hacemos este recorrido hacia la boca de entrada y siempre hemos salido. Quizás iba otra persona delante y no nos fijábamos en el camino.

—Además, tenemos claro que hay que pasar por esta salita. Es donde nos cambiamos y comemos algo después de mojarnos. Aquí estamos, pero no encontramos la continuación.

¿Estaríamos soñando? No, y la desesperación y la impotencia nos atenazaba.

Así que descansamos un rato.

Como ese día no llevaba la cámara, te pongo fotos de situaciones similares que fotografié. La situación era parecida a esta:

Cuando me iba a incorporar, desde donde estaba, sentado en el suelo, tuve una nueva perspectiva del lugar.

Sin ponerme de pie, avancé a gatas hacia lo que parecía una galería escondida.

—¡Toni, aquí está la salida!

¿Cómo es que no la habíamos visto antes?

Desde nuestra posición de búsqueda, de pie, el techo bajo que precedía el pasadizo se confundía con el suelo.

Y ahora te preguntarás, ¿por qué te explico lo de la cueva?

Porque es una historia.

Si la has leído entera, es que te ha atrapado.

Esto es lo que hacen los relatos, captar la atención.

También te la explico porque, si has llegado hasta aquí y no te has apuntado a la newsletter, quizás necesitabas conocerme un poco mejor.

Practiqué la espeleología durante 25 años. Exploración pura y dura de lugares que nunca nadie había pisado.

Ahora sí, este sí que soy yo.

Eso es una pequeña parte de mi historia, aquí te explico más: sobre mí.

Buff… ¿cómo es posible que me hayas hecho sentir tristeza por alguien a quien nunca conocí?

J me dijo:

Y luego se apuntó a mi newsletter.

La historia que leyó fue esta:

El otro día me enteré de que se suicidó por no poder ir en bicicleta.
Te explico mi relación con él.

Durante el confinamiento entrenaba mientras veía vídeos de viajes en bicicleta.

Los que más me gustaron fueron los de Iohan Gueorguiev.

Me atraparon.

Transmiten su relación con la naturaleza y las personas de una forma que nunca había visto.

Como si estuviera con él, mirando la estrella de un copo de nieve colgada de una hoja, que se funde con nuestro aliento.

Disfrutando de aquel lugar de acampada, ante la luz del sol que pinta de dorado las montañas, las plantas, la tarde y a nosotros, para acabar el día con un abrazo cálido.

Iohan escuchaba y despertaba interés con quien se cruzaba.

Incluso en los animales.

Bueno, estoy seguro de que para él los animales son seres que entran dentro de la misma categoría que las personas. Igual que para quien vive en contacto íntimo con la naturaleza desde hace siglos.

Mientras yo disfrutaba de sus vídeos durante el confinamiento, Iohan, encerrado en su casa, se iba apagando.

Y yo no lo sabía.

Era como si, a través de la pantalla, entregase toda su energía para vivir a los que le admirábamos.

Y se fuera vaciando con cada molécula de su aliento.

Lo atrapó la depresión.

Como si hubiera dos paredes que se estuvieran acercando la una a la otra. Hasta formar un pasillo sin salida, tan estrecho que no podría dar la vuelta a la bicicleta.

También llegaron las apneas y el insomnio.

Algo le robaba sus sueños y el oxígeno para mover los pedales de la vida.

Y ya sabemos que, sin dormir ni respirar, morimos.

Se suicidó el 19 de agosto de 2021, mientras yo, ajeno a ello, fracasaba en mi viaje en bicicleta. Aunque vi la luz al final del túnel y transformé aquella experiencia en algo positivo.

Nos queda la poesía de Iohan. Su optimismo y sus palabras que las rocas, plantas y animales de los lugares por donde pasó todavía escuchan con atención.

Las historias que comparto en la newsletter te harán llorar o sonreír, o te transportarán a lugares donde la naturaleza inunda los sentidos. Vamos, que te aseguro emociones.

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Ya ves, hay personas que se apuntan por el placer de leer, de vivir otras vidas que, en el fondo, son reflejos de la suya, de vivencias propias.

Otras me preguntan: «¿Cómo puedes ayudar a alguien como yo?»

Al final somos humanos. Lo que nos conecta son las emociones y es eso lo que tienen los relatos.

Si quieres tu historia, emocionarte y conectar contigo, o emocionar y crear vínculos con otras personas, apúntate a la newsletter.

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